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La Potrosina: de Zapata al Atlas

Avanzar en la calle de Moneda significa escuchar una competencia de anuncios a todo volumen. Bocinas en boneterías que anuncian ofertas irrepetibles: "Calcetas escolares y deportivas, dos pares por quince pesos, aproveche"; "hey señora, aquí hay mallas de todos colores y todas las tallas a sólo 20 pesos" o el estridente "damita, compre sus pantaletas y sus fajas, aquí si hay para todas".

"Calcetines para niño y caballero, no son chinos, aprovéchele", afirma un sonido de un muchacho que viste una playera del Club América. Cuando apagó el magnetófono, atravesó una puerta pequeña y apolillada que todos los días le sirve de pabellón para exhibir una variedad de calcetines en diferentes colores y tallas que vende a 10 pesos. Al sitio en el que entró es La Potosina.

En la esquina de Jesús María y Zapata en el Centro Histórico de la Ciudad de México se encuentra una popular cantina: La Potosina. Ubicada a tres cuadras del Palacio Nacional, el local de Roberto Solorzáno es conocido como la Cueva del Potro, en honor al equipo del cual se enamoró a primera vista: El Atlante.

Tres mesas y una barra son y han sido suficientes para el quórum que busca el esparcimiento, placer o  el desahogo en los rones y cervezas que se ofrecen en La Potosina, o “La Potrosina” como la llamo el magnífico portero Félix Fernández al autografiar su retrato en 1987 y que hoy cuelga en una de las paredes tapizadas con fotografías de diferentes épocas del Atlante. En la misma barra de caoba donde se sirven las botanas como sopa de habas o chicharrón en salsa verde, también se despachó a Diego Rivera, Fidel Castro, Guadalupe Posadas, Sebastián, Emiliano Zapata y a miles de parroquianos que por más de cien años han descansado de los intensos rayos del sol en el corazón de la Ciudad de México.

El olor a naftalina no oculta el olor a polvo y humedad en el local, al fondo brilla la pantalla de plasma de 44 pulgadas. Sólo se sintoniza cuando juega el equipo azulgrana. La jornada dos del Clausura 2013 enfrenta a los Potros con los Tigres en Cancún, donde a afición atlantista espera una victoria pues en los últimos 20 partidos no la conocen. El primer gol por parte del conjunto de Monterrey apagó los ánimos en el bar y desató las burlas como una tormenta:

Mejor me regreso a trabajar, luego me cuentas como perdió el Atlante de nuevo – Dice el vendedor que usa la puerta para vender calcetines a Don Roberto – Adiós.

Uy no – dice una mujer desde la barra – Don Cheto, mejor invite las cervezas, apostar por su Atlante lo va a dejar también en la ruina.

A los poco minutos el hierro del Atlante consiguió el empate y ante el equipo del “Tuca” es una esperanza, que sobrevive al intento de extinguirla con recordatorios:

- Don Cheto, no se vaya a ir a darle una vuelta al Ángel, espérese a que me termine mi cuba – grita un ciego que fuma y bebe con maestría en una mesa para dos al fondo de la cantina

Un hombre sentado junto a la caja de la barra exclama: Pobres atlantistas, cada gol lo celebran como si fuera de la Selección.

Al minuto 74 del partido, el error del futbol que es del mismo tamaño que una victoria ocurre: autogol. El delantero Gerardo Venegas ignora su propio impulso y al intento por desviar un tiro de esquina da en el poste del portero azulgrana quién no pudo detener el balón.

Silencio. Algo de siniestro ocurre que paraliza a los convidados de La Potosina y Don Roberto lo agradece pero es más de lo que pudo imaginar porque suena la puerta y el vendedor de calcetines entra y su burla resuena en nuevo eco:

- Don Cheto, ¡tráigase de vuelta al Atlante!

- ¡Siiii! – exclama la concurrencia

El Atlante ha sido un equipo migrante. Originario de la ciudad de México, sus partidos se disputaban en el Estadio Azteca, después se mudó al Estadio Corregidora en Querétaro, más tarde el estadio atlantista fue en la colonia Nochebuena sitio que se convirtió en el estadio del Cruz Azul. En el estado de México ocupó el estadio de la Universidad Tecnológica de Nezahualcóyotl, después regresó al Azteca y fue en 2007 cuando emigró a Cancún. Los seguidores de los potros, como don Roberto afirman que a dónde va el Atlante tiene seguidores por ser uno de los equipos que ha tenido a los mejores jugadores, la mejor historia y las mejores porras. Han pasado 42 años desde el primer día en que Don Roberto colocó un banderín del Atlante para delimitar a una vieja cantina como la embajada azulgrana. En su caso, afirma que mientras él viva, La Potosina no se subarrenda a otro equipo.

Página sin fines de lucro.

 

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